Desde el
comienzo de su pontificado en 1979 Juan Pablo comprendió a cabalidad que el
sistema masivo y global de medios de comunicación era, para él y para la
Iglesia, una tribuna ineludible. Apoyado en el carisma que tenía con las masas,
el papa polaco vivió de manera intensa la tensión entre el “super star”
religioso y el pastor consciente de la necesidad de usar todos los medios a su
alcance para difundir su mensaje. Francisco, “el papa que vino del Sur”, se
inscribe de alguna manera en la senda abierta por el papa polaco. Sin el
carisma de masas de Karol Wojtyla el hasta hace poco cardenal Jorge María
Bergoglio ha demostrado, en el poco tiempo de pontificado, que es capaz y hábil
para traducir en señales, en signos, lo que quiere transmitir. Y lo hace a
través de un relato sensible y apetecible (al menos por ahora) para los medios
de comunicación: su imagen de sencillez y de austeridad. A ello suma la imagen
de un hombre capaz de afrontar los problemas que preocupan actualmente a la
Iglesia Católica, muchos de los cuales hasta ahora habían sido dejados de lado
o directamente ignorados por la institucionalidad eclesiástica.
En este
sentido Francisco es también un “papa mediático”. Mucho más que su antecesor
Benedicto XVI. Bergoglio conoce el lenguaje de los medios, pero sobre todo
tiene capacidad para discernir en qué medida los gestos que produce “comunican”
el sentido de lo que pretende hacer en la Iglesia. Mostrarse firme frente a un arzobispo
que ha sido cómplice de pedófilos, no está separado de la convocatoria a un
consejo de cardenales para que le ayude en la conducción de la Iglesia, pero
tampoco es ajeno al mensaje que encierra la elección del nombre Francisco
seguida del discurso acerca del deseo de “una Iglesia pobre y para los pobres”.
Bergoglio sabe que en la era digital cada gesto, cada palabra, pero también una
sonrisa, una caricia a un niño o su exteriorización de “hombre común” cercano a
la religiosidad popular pero al mismo tiempo al deporte y sus ídolos, es parte
integral de la construcción de un discurso que es mensaje que pugna en medio de
la telaraña de contenidos que fluyen en la red. Sin lugar a dudas Francisco,
hombre y pastor sereno, firme en sus decisiones, obstinado en aquello en lo que
cree, consciente del poder que la da su condición, tiene también una estrategia
en este nivel.
En la
construcción de ese mensaje Francisco es Bergoglio. Llevó hasta el Vaticano los
mismos criterios que regían su vida al frente de la arquidiócesis de Buenos
Aires. Quienes lo conocen resaltan su vida austera: no usaba auto, viajaba en
transporte público, vestía de manera sencilla, con ropas eclesiásticas negras
pero sin signos ostentosos y evidentes de su condición episcopal. En general los
sacerdotes y los religiosos de la arquidiócesis de Buenos Aires lo recuerdan
como un obispo cercano a sus preocupaciones y problemas. Ha sido un hombre
afecto a pasar por las parroquias para dialogar con los curas sobre los
problemas que se les plantean. Aún siendo obispo y luego cardenal no dejó de
visitar a los enfermos en hospitales públicos y en instituciones privadas, como
parte de su ejercicio sacerdotal. Hoy, desde Roma, sigue sorprendiendo cada día
con llamadas telefónicas a sus viejos amigos y amigas, al vendedor de
periódicos que lo atendía todos los días, a los funcionarios de la curia
arzobispal, a religiosas y sacerdotes.
Desde otro
costado se puede decir que el hoy papa Francisco es un hombre que sabe ejercer
el poder, un estratega de la política y, sin que esto sea disociable de lo
anterior, de la pastoral entendida como el arte del anuncio del Evangelio desde
la institución Iglesia.
Bergoglio, jesuita, es un hombre de sólida
formación teológica y cultural, y desde el punto de vista político ha tenido
fuertes vinculaciones con los sectores más tradicionales y ortodoxos del
peronismo. Se lo puede considerar claramente como un religioso de pensamiento
conservador en todos los aspectos y sentidos, pero no por ello cerrado al
debate y a la discusión de las ideas.
La etapa más
cuestionada y controvertida de su vida tiene que ver con su actuación como
superior provincial de la Compañía de Jesús durante la dictadura militar
(1976-1983). Se lo ha señalado como directo responsable de la desaparición de
los sacerdotes también jesuitas Francisco Jalics y Orlando Yorio. Ambos curas,
que desarrollaban trabajo social en las villas miseria (tugurios) de Buenos
Aires, fueron secuestrados y llevados a la ESMA, el mayor centro de torturas de
la dictadura en la capital argentina. De allí fueron devueltos después de
padecer todo tipo de tormentos. Bergoglio niega toda responsabilidad en la
desaparición de los curas. Orlando Yorio, que ya murió, estaba convencido de
que su superior no les brindó la protección necesaria y eso precipitó la
detención. El episodio nunca fue aclarado en forma suficiente.
Francisco es el
primer papa no europeo, el primer latinoamericano y el primer argentino. Una
suma de novedades que refuerzan las expectativas en torno a los cambios que
pueda generar. Reconocidos teólogos latinoamericanos de la liberación, como
Leonardo Boff, Oscar Beozzo y Gustavo Gutiérrez han abierto una ventana de
esperanza respecto de los aires que pueden venir en la Iglesia.
Para que esto
ocurra y los gestos se traduzcan en hechos, Francisco seguramente tendrá que
dejar atrás a un Bergoglio que en la Argentina se vinculó con los sectores
políticos más conservadores y que en nada contribuyó, por ejemplo, a esclarecer
el oscuro papel que jugó la jerarquía eclesiástica aliada con la dictadura
militar.
Pero está
claro que Francisco se ha ganado un espacio propio con un estilo de sencillez y
transparencia. “desacartonando” al papado y al propio Vaticano. De esta manera
el papa de los gestos y de la sencillez traspasó, con la ayuda de los medios de
comunicación, las fronteras de la propia Iglesia Católica. Así lo certifican
muchas encuestas de opinión en distintos países del mundo.
Francisco es,
sin duda, un papa de este tiempo. Porque comunica, sabe cómo producir mensajes
para el mundo interconectado y en red y tiene clara conciencia de que el éxito
de su misión religiosa depende también de la manera como su imagen y su
discurso transiten por el mundo de la comunicación.
Washington Uranga
Buenos Aires
Especial para la Red UNID
0 comentarios:
Publicar un comentario